sábado, 19 de diciembre de 2015

2.Jorge Drexler o el baile como creencia


"La obligación de la música para conmigo es zambullirme en un vértigo de puras sensaciones, que me haga olvidar la parte más aburrida de mí mismo...de este modo, me permita pensar con claridad en las fantasías (generalmente eróticas y siempre con mi esposa en el papel estelar)"1
Los cuadernos de don Rigoberto (1997), Mario Vargas Llosa.

    El Arlequín buscaba una excusa para bailar. Un fundamento para sus más irracionales actos y poder extrapolarlo como una creencia, una idea irrefutable. Nos dimos de cara contra el disco "Bailar en la cueva"(2014) del conocidísimo Jorge Drexler que pasó a llenar parte de este anhelo que buscábamos, perfilándose como un pequeño panfleto en pro de una alegoría por el baile, por la danza como el logos primordial de un ethos olvidado. Un ethos ontológico y ahora repudiado. Uno que podría destronar al becerro de oro2 del conocimiento tan vigente por estos días. En el disco, Drexler parece haber expuesto la idea del baile como un contendor válido en contra del pensamiento y su idolatría. Pregunté entonces al Arlequín: ¿Cómo se transforma algo tan irracional como el baile, en algo perfectamente articulable racionalmente como una creencia? Él intentó enseñarme alguno de los pasos de este perseguidor danzante.

    "Bailar en la cueva"(2014) encierra primero, un concepto del baile anclado en un interesante diálogo: lo tribal y lo tecnológico. Las composiciones tienen como eje, por una parte, esos ritmos atávicos que, al ser articulados, es imposible no entregarse a la tribalidad. Ritmos con cueros, semillas, pieles y metales que arrastran marchas energéticas. Por otro lado, las canciones también no están exceptas de múltiples efectos, sonidos, samples y patrones electrónicos. Esto hace que el sonido resultante se sienta como una conversación, un diálogo. Un baile provisto de dos máscaras: ritmos primitivos y efectos modernos. De esta manera, uno transita en ese ethos ancestral del baile compartido por todas las culturas, mientras que también habita la circunstancia actual manifestada por la electrónica, logrando así, que "Bailar en la cueva"(2014) sea un lugar donde se encuentran dos mundos: lo permanente y lo transitorio. Un vínculo ontológico y una relación circunstancial.
    Ineludible también es el hecho de que ahora las letras son mucho más sintéticas que antes. Tal vez este elemento, ayude a afianzar una canción desde lo lúdico antes que desde lo intelectual. Además,     es imposbile no mencionar las destacadísimas colaboraciones de Caetano Veloso, Li Saumet y Ana Tijoux que proveen de libertad rítmica, tímbrica y de una exquisita articulación a la hora de cantar que agrega colores insuales en la música del cantautor.
     Demás está decir también que desde Amar la Trama(2010) Drexler se lanzó con los arreglos de vientos y este trabajo no es la excepción. Empero, no es hasta este disco, en que los aerófonos respiran de una manera más adecuada: la del baile. Ahora la sección de bronces parece tener más energía, pulcritud e incluso musicalidad. 
    Sopresiva es la apertura con la festiva Bailar en la cueva y la exhibición del pequeño folletín de su gran manifiesto. Una semilla que contiene en potencia, a todo el árbol. Su capítulo 62 de Rayuela3. Le sucede el magistral texto y sonoridad de Bolivia, donde uno parece escuchar el ruido de un metal oxidado que se arrastra, como si se transfigurara un sonido en una escena. En esa crónica de sus antepasados. Luego, la pegadiza forma de rendirle homenaje a Simón Díaz en  La luna de Rasquí hacen sin duda funcionar la premisa: cerrar el juicio.
    En una breve pausa, el vals circense de Todo cae  que ejemplifica el recurrente enaltecimiento hacia la ley de la causa y el efecto que tiene Drexler; esta vez, bajo el disfraz del juego y el humor. Posteriormente, el presentísimo elemento del juego en Esfera, resquebrajando incluso esa insistente crítica que pueda hacer cualquier persona basada en la comparación de los trabajos anteriores del compositor.
     Llama la atención también, la creatividad de La plegaria del paparazzo donde se desgrana la idea de caricaturizar al mundo del morbo. Una oración que ruega que no deje de existir la caroña que es el alimento imprescindible de la prensa. Finalmente, como último párrafo de su manifiesto, la intimidad de Organdí en la que se hace presente lo que hemos venido escuchando tradicionalmente en el músico: aquella búsqueda por el secreto, la nostalgia y la literatura.

    Y así, dándole rienda suelta a la fantasía, este disco es una página del diario confesional de aquel que mantuvo toda su vida una herencia intelectual cargando su espalda anhelando alcanzar un gramo de espontaneidad. Y, cansado de este juego, cual Ícaro4, consiguió inventarse unas hermosas alas de cera con las que tocar el sol de la irracionalidad, del juego, de la fantasía.
    De esta forma, juguetonamente, "Bailar en la cueva"(2014) logra provocar el efecto contrario: en lugar de hacerte bailar, te hace pensar. Creer en la idea de que es posible y estrictamente necesario volver a enaltecer las ideas de todo lo referente a la danza. Derrocar al becerro de oro de lo racional, del juicio, -¿de la conciencia?-. En otras palabras, ahora todos aquellos hijos de Dédalo, -entre los que me incluyo- tienen un profundo sentido por el cual justificar y fomentar sus acciones dionisíacas. Han encontrado en estas canciones, una nueva creencia.

    Coloco la música a buen volumen y me lanzo en picada con el cuerpo. Me hago una promesa a mí mismo: declaro que de ahora en adelante voy a dedicarme más tiempo a mejorar mis pasos. El Arlequín sigue enredado en su danza y no se hace responsable de lo que vaya a suceder con la promesa.

NOTAS
1. De la sección titulada "Carta al lector de Playboy o tratado mínimo de estética".
2.Mito bíblico referente a la idolatría de dioses artificiales.
3. Novela de Julio Cortázar. El capítulo 62 expone la posibilidad de crear otro libro a partir de ese simple capítulo; cosa que el autor logra en otra novela titulada "62, modelo para armar".
4. Mito griego.

sábado, 12 de diciembre de 2015

1. Kurt Rosenwinkel o el aire de otros planetas


"Ich fühle luft von anderem planeten"1
Stefan George

    El Arlequín quería inventar un país nuevo para sí mismo. Un refugio personal en el que desplegarse libremente y, quizás, expandir todas aquellas ideas inconcebibles en un mundo como el de hoy. Así llegó al disco Heartcore(2003) del guitarrista Kurt Rosenwinkel, una deuda pendiente e ineludible cuando se trata de comprar un pasaje para un sitio deshabitado. El disco -tal vez- de mayor solitud del músico, es una ventana abierta hacia otros planetas; o al menos hacia la necesidad de un ímpetu urgente de querer inventar un astro, una galaxia, una estrella íntima. ¿Cuáles son los elementos que constituyen ese plantea? ¿De dónden provienen esas vocecitas metafísicas? el Arlequín intentó susurrarme algo de este perseguidor interplanetario.
    Ya desde su disco The Next Step(2001), Rosenwinkel se ha caracterizado por mostrar una nueva labia a la guitarra de jazz. Provista de un lirismo e intimidad muy particulares; además de una profunda melancolía en la composición de sus canciones y sumado a la lírica y pulcra manera de tratar los acordes, los timbres y los formatos; le dan a su lenguaje una voz distinguible: la voz de un caminante nostálgico que susurra conversaciones a sí mismo. Una voz fundacional que se va evaporando paulatinamente, haciendo imposible cualquier tipo de comparación con el mundo concreto que conocemos como tal. Construyendo un imaginario de algo que no hemos visto nunca, pero que, sin embargo, hemos presentido emocialmente hace años.
    El planeta de Rosenwinkel aparece en Heartcore(2003) más evidente que en cualquier trabajo anterior y posterior de su discografía. Se ve en la interesante coda del homónimo "Heartcore" con influencias de Hip-hop, y en su poderoso soli2 de guitarra y saxo que exhibe el virtuosismo e intensidad propios del jazz. Se oye en la presencia de la flauta traversa en la energética "Blue Line" y en la voz de la guitarra como un poema desangrándose en la coda y en el solo de "All the way to Rajasthan". Luego, en el diálogo de los tambores tribales en "Your vision", con esa dualidad de la sonoridad sacra oriental con el ethos africano del "blues" y un solo de clarinete bajo como el mejor ejemplo de lo metamórfico.Un instrumento que puede cambiar su timbre en cada momento: ser un pájaro, un elefante, un aullido, una flauta, una metáfora de la inquieta búsqueda de lo cambiante.
    Más adelante, tres canciones que son difícilmente enmarcables en una estructura formal de una canción de jazz tradicional como son "Dream/memory?", "Interlude" y "Though about you". Parecen ser una página en blanco, un mantra, una tela sin pintar que el auditor debe llenar o rasgar, el primer verso de una llamada, un lago en el que sumergirse o mejor un cielo nocturno en el que deban inventarse las estrellas con las manos.
    La estruendosidad de "Our secret world" y "DCBA" como para recordarnos la vitalidad de su música. O más que la vitalidad, la oscuridad. Como el fantasma del monstruo de una orquesta sinfónica afinando previamente a su interpretación. Así mismo, la hermosísima "Love in the modern world" es toda una alegoría a la intimidad. Flautas, cuerdas  y tríadas3 que nos trasladan a una música de cámara y una catárquica coda en la que la guitarra expulsa cada frase como si fuese un discurso multitudinario, como si se estuviese emancipando de unas cadenas que hace siglos alguien le ha echo arrastrar.
    Finalmente, como el epígrafe de una novela, la balada "Tone poem", en la que la melodía se escurre como un elástico. Un arte más bien de los abstractos, algo que no dice nada con la semántica, sólo con las letras, y los sonidos, como un canto VII del Altazor4.
    Se siente a lo lejos, el aire de otros planetas. Y volvemos a la cita inicial para recalcar que Kurt Rosenwinkel ha mostrado en Heartcore(2003) no tan sólo el núcleo de su corazón, si no que en su lugar, todo un planeta distante, inventado e inimaginado para quién no arraigara ese ethos; esa llamada interestelar. Y en ese punto, es donde se emparentan las cosas. La necesidad de inventar algo nuevo, de reinventarse a sí mismo, de evadirse y construir desde lo profundo. Construir un cuerpo celeste distinto,una luna sin planeta, un astro que no tenga un sistema, un planeta en el que sea imposible la vida; y sin embargo, un planeta a fin de cuentas.
    El Arlequín termina su relato y pienso que tal vez, el hecho de vivir es crear algo: crear una apertura en el tiempo para nuestra existencia. Él lo reprueba y me dice que me enajené demasiado y que me quite los audífonos.


NOTAS
1. "Siento el aire de otros planetas". Del poema titulado "Entrückung", utilizado por el compositor Arnold Schönberg en su segundo cuarteto de cuerdas op.10. Se dice que en el pasaje musical en donde es cantado, se refleja por primera vez la transgresión del sistema tonal característica del músico en el siglo XX.
2. Recurso musical particular del jazz. Es una especie de "solo" escrito totalmente por el compositor a varias voces, polifónica o monódicamente. Normalmente se utiliza para resaltar familias, por ejemplo: un soli de saxos.
3. Tríada. Estructura de organización de un acorde. En este caso, por tres notas. En general es de una sonoridad más tradicional que la utilizada por la historia del jazz, por eso, sonaría algo más cercano a una música "de cámara".
4. Altazor: Poema de Vicente Huidobro. Considerado como uno de los representativos de su arte. El canto VII está compuesto exclusivamente por letras carentes de significantes a simple vista.